En medio del rechazo social e incluso de las amenazas de parte del Gobierno, los homosexuales de Albania han anunciado que el próximo 17 de mayo saldrán por primera vez a la calle para reclamar sus derechos.
“No se trata de un desfile del orgullo gay, sino de una serie de actividades que hemos planificado celebrar en Tirana para reafirmar nuestra existencia y pedir los mismos derechos que los demás”, explica a Efe Altin Hazizaj, presidente de la Embajada Pink, que agrupa al colectivo LGBT de ese país.
Esta será la primera vez en la historia de Albania que los homosexuales, bisexuales y transexuales reivindiquen públicamente sus derechos y se congregarán en una plaza de la capital para enarbolar la bandera con los colores del arco iris.
Los organizadores han solicitado al primer ministro albanés, Sali Berisha, permiso para izar el emblema del orgullo gay en la sede del Gobierno, junto a la bandera nacional.
Aunque Berisha no ha contestado aún a esta petición, sí ha confirmado la autorización para este Festival de la Diversidad, durante el que gays y lesbianas pretenden informar y reivindicar sus derechos, coincidiendo con la celebración del día internacional contra la homofobia.
Mucho menos tolerante que Berisha se ha mostrado Ekrem Spahia, viceministro de Defensa y líder del Partido Monárquico, socio de Gobierno de Berisha. “No tengo ningún comentario que hacer, aparte de golpearlos con la porra”, declaró el político conservador al ser preguntado sobre la concentración de los homosexuales.
El Partido Monárquico ha calificado la homosexualidad como “desvío, vicio y desgracia” y ha asegurado, en una declaración, que está en contra de una actividad que “menoscaba la moral social y ofende los sentimientos nacionales”.
El también gobernante Partido Republicano, el minoritario Partido Democristiano y los líderes de las confesiones cristiana y musulmana, a la que pertenece la mayoría de la población, se han sumado al rechazo a la convocatoria de la Embajada Pink.
La declaración del viceministro Spahia ha sido criticada por medio centenar de organizaciones cívicas, así como por la misión de la Unión Europea en Albania, que la ha tachado de “retórica discriminatoria que promueve el odio y la violencia”.
“Aquel día me temblaba todo el cuerpo por el miedo. Me he movido sólo en taxi para evitar el contacto con la gente porque me parecía que me iba a agredir”, confiesa Shpetim H., un gay de 52 años, en relación a las amenazas del viceministro.
Pese a que Albania dio un paso adelante el año pasado con la aprobación de la Ley contra la Discriminación, la homofobia y el machismo imperan aún en la sociedad.
Muy pocas personas se atreven a vivir abiertamente sus relaciones con parejas del mismo sexo y la mayoría esconde su orientación sexual para evitar ofensas, burlas, desprecios y malos tratos, incluso de la propia familia y los amigos.
“En el comunismo te metían en la cárcel, mientras que ahora hay palizas e insultos y te echan del trabajo”, afirma Shpetim que, como la mayoría de los gays de Albania, aún no se ha atrevido a confesar su homosexualidad a su familia.
Los albaneses vivieron hasta 1991 bajo una férrea dictadura comunista que mantuvo a este país balcánico aislado del mundo y en el que ser homosexual era condenado con penas de hasta diez años de cárcel.
Aunque esa ley fue abolida en 1994, tres años después de la llegada de la democracia, la homosexualidad sigue siendo vista por gran parte de la población como una enfermedad y una ofensa al orgullo nacional.
“En estos 20 años de democracia hay dos derechos: derechos para ellos y derechos para nosotros. Simplemente queremos los mismos derechos que el resto de la sociedad”.
“No se trata de un desfile del orgullo gay, sino de una serie de actividades que hemos planificado celebrar en Tirana para reafirmar nuestra existencia y pedir los mismos derechos que los demás”, explica a Efe Altin Hazizaj, presidente de la Embajada Pink, que agrupa al colectivo LGBT de ese país.
Esta será la primera vez en la historia de Albania que los homosexuales, bisexuales y transexuales reivindiquen públicamente sus derechos y se congregarán en una plaza de la capital para enarbolar la bandera con los colores del arco iris.
Los organizadores han solicitado al primer ministro albanés, Sali Berisha, permiso para izar el emblema del orgullo gay en la sede del Gobierno, junto a la bandera nacional.
Aunque Berisha no ha contestado aún a esta petición, sí ha confirmado la autorización para este Festival de la Diversidad, durante el que gays y lesbianas pretenden informar y reivindicar sus derechos, coincidiendo con la celebración del día internacional contra la homofobia.
Mucho menos tolerante que Berisha se ha mostrado Ekrem Spahia, viceministro de Defensa y líder del Partido Monárquico, socio de Gobierno de Berisha. “No tengo ningún comentario que hacer, aparte de golpearlos con la porra”, declaró el político conservador al ser preguntado sobre la concentración de los homosexuales.
El Partido Monárquico ha calificado la homosexualidad como “desvío, vicio y desgracia” y ha asegurado, en una declaración, que está en contra de una actividad que “menoscaba la moral social y ofende los sentimientos nacionales”.
El también gobernante Partido Republicano, el minoritario Partido Democristiano y los líderes de las confesiones cristiana y musulmana, a la que pertenece la mayoría de la población, se han sumado al rechazo a la convocatoria de la Embajada Pink.
La declaración del viceministro Spahia ha sido criticada por medio centenar de organizaciones cívicas, así como por la misión de la Unión Europea en Albania, que la ha tachado de “retórica discriminatoria que promueve el odio y la violencia”.
“Aquel día me temblaba todo el cuerpo por el miedo. Me he movido sólo en taxi para evitar el contacto con la gente porque me parecía que me iba a agredir”, confiesa Shpetim H., un gay de 52 años, en relación a las amenazas del viceministro.
Pese a que Albania dio un paso adelante el año pasado con la aprobación de la Ley contra la Discriminación, la homofobia y el machismo imperan aún en la sociedad.
Muy pocas personas se atreven a vivir abiertamente sus relaciones con parejas del mismo sexo y la mayoría esconde su orientación sexual para evitar ofensas, burlas, desprecios y malos tratos, incluso de la propia familia y los amigos.
“En el comunismo te metían en la cárcel, mientras que ahora hay palizas e insultos y te echan del trabajo”, afirma Shpetim que, como la mayoría de los gays de Albania, aún no se ha atrevido a confesar su homosexualidad a su familia.
Los albaneses vivieron hasta 1991 bajo una férrea dictadura comunista que mantuvo a este país balcánico aislado del mundo y en el que ser homosexual era condenado con penas de hasta diez años de cárcel.
Aunque esa ley fue abolida en 1994, tres años después de la llegada de la democracia, la homosexualidad sigue siendo vista por gran parte de la población como una enfermedad y una ofensa al orgullo nacional.
“En estos 20 años de democracia hay dos derechos: derechos para ellos y derechos para nosotros. Simplemente queremos los mismos derechos que el resto de la sociedad”.
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