Ante unos 50 mil fieles católicos que se dieron cita en el parque de Cofton, en Birmingham, John Henry Newman, un sacerdote anglicano del siglo XIX que llegó a ser vicario de la iglesia de la Universidad de Oxford antes de abrazar la fe católica, fue beatificado al tiempo que cientos de banderas amarillas ondeaban en el aire.
Durante el sermón, el Papa afirmó que el ahora beato es "no sólo una inspiración en la Inglaterra victoriana sino para muchos en el mundo", y destacó su legado a través de "toda una vida dedicada al ministerio, enseñando y escribiendo".
John Henry Newman, nació en Londres en 1801 y murió en Birmingham en 1890. Escribió la "Apología pro Vita Sua", donde explica su conversión al catolicismo. Una de sus frases celebres fue "el catolicismo es un asunto profundo, no lo puedes tomar como si fuera una taza de té".
Newman, quien vivió 30 años al lado de un hombre al que amó , según sus propias palabras , "con un amor tan fuerte como el de un hombre por una mujer", era un intelectual de fuste, el Papa León XIII le hizo cardenal de la Iglesia romana, en lo que fue la más sonada de las deserciones de la Iglesia de Inglaterra hasta tiempos recientes. Su influjo en el pensamiento católico moderno, a través de sus aportaciones en temas como el diálogo entre la fe y la razón que tanto gusta a Ratzinger, le llevó a erigirse en uno de los teólogos más citados en el Concilio Vaticano II. El Papa le venera.
La beatificación de Newman, el primer santo inglés que procede de las filas del anglicanismo, llega en el momento oportuno en el que decenas de obispos, centenares de pastores y miles de fieles de la Iglesia de Inglaterra se preparan para emigrar hacia la Iglesia católica, disconformes con el sacerdocio femenino y con la tolerancia con los curas homosexuales. Y temerosos de que más pronto que tarde, unas y otros puedan ejercer como obispos y gobernar su confesión.
Ratzinger no es el único que reivindica a Newman. Al Papa le ha salido en los últimos años un inesperado compañero de viaje a la hora de enarbolar la bandera del teólogo. El movimiento gay británico sostiene que el purpurado era homosexual y que por esa razón al morir pidió ser enterrado junto a otro religioso, Ambrose St. John, fallecido años antes, con el que compartió el mismo techo durante 30 años.
NEWMAN ERA HOMOSEXUAL
Los activistas gais se sublevaron hace dos años cuando el Vaticano pidió permiso para exhumar los restos de Newman, colocarlos en un ataúd más acorde con su futura dignidad de beato y trasladarlos desde el cementerio donde reposaban hasta la catedral de Birmingham para poder ser venerados.
Los detractores de esa operación acusaron al Papa de ser un homófobo que lo único que pretendía era separar al beato de su compañero. Para los gais, Newman fue un adelantado a su tiempo a la hora de salir del armario. El cardenal había dejado escrito que a St. John «le había amado con un amor tan fuerte como el de un hombre por una mujer». Había más. En su tumba rezaba una inscripción, De las sombras y de las imágenes hacia la Verdad, que, según ellos, corroboraba esa tesis. La Iglesia católica asegura que se trata de una calumnia urdida por el lobi gay para ganar notoriedad.
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