Con información de EFE y Radio Free Europe
"Desde que tengo uso de razón sé que soy homosexual, pero yo nunca consideré que fuera un pecado. En cambio, la alta jerarquía de la Iglesia Ortodoxa Rusa cree que arderé en el infierno", dijo Artyon Vechelkovski, un pope ortodoxo ruso que ha desafiado la actual corriente homofóbica en Rusia al salir del clóset y abandonar la Iglesia tras haber perdido la fe en Dios y en sus superiores, lo que le ha costado la persecución oficial.
Profesor de idiomas en un seminario, Vechelkovski se ha convertido en un símbolo de
la lucha contra la intolerancia en un país donde las minorías sexuales
aún no han salido de las catacumbas. Vechelkovski, versión rusa de su
apellido polaco Wiecielkowski, se hizo cura al terminar la universidad
en la ciudad de Samara, donde se licenció en literatura y lengua
alemana, y para entonces todos sus conocidos, desde familiares a amigos, sabían de su orientación sexual.
"Al
entrar en la Iglesia uno debe confesarse. Pero en la confesión sólo hay
que arrepentirse de los pecados. Y para mí ser gay no es algo por lo
que deba pedir perdón", dijo. Asegura que durante todos los años que fue
miembro de la Iglesia "nunca se sintió incómodo en su piel", ya que "todos los que le rodeaban sabían que era homosexual, eran muy comprensivos y nunca me condenaron".
"Es
que yo soy muy feliz de ser gay. Nunca he pedido a Dios que me hiciera
de otra forma. Tampoco sufrí nunca por ello. Siempre fui discreto. Nunca
fui a un desfile de orgullo gay. Todo el mundo sabía cómo era yo, pero
nadie se escandalizaba", insistió. Considera que la Iglesia Ortodoxa
Rusa (IOR) está llena de gente "honesta" y "tolerante", pero que la alta jerarquía es otra cosa.
"La Iglesia no es un Ejército uniforme. Hay
disparidad de opiniones. Hay gente ultraconservadora y otra muy
tolerante. Los religiosos de a pie no son homófobos, pero los que
encabezan el episcopado sí lo son", resalta.
Vechelkovski cree que "la IOR ya no cumple sus
funciones que consisten en propagar el mensaje de Dios", ya que se ha
convertido "en una institución centrada en ganar dinero y para la que
dar de comer a sus feligreses ya no es una prioridad".
"Es una estructura jerárquica hipócrita. El
aparato burocrático eclesiástico es dictatorial, no democrático. Los
popes son esclavos de la arbitrariedad de sus superiores. La Iglesia necesita una revolución, un nuevo Martín Lutero que reforme las instituciones", asevera.
Conoció a su actual pareja en 2010 y dos años
después se fueron a vivir juntos a un apartamento, tras lo que fue
alejándose "gradualmente" de Dios. Con todo, niega que la Iglesia le
conminara a marcharse y que ser homosexual fuera lo que le empujó a
dejar el seminario, sino su pérdida de vocación.
"Si hubiera seguido creyendo en Dios, hubiera
seguido. Cuando me hice cura era un idealista, un romántico. Me gusta
decir que estaba enfermo y ahora, que he madurado, me he curado",
señaló.
Reconoce que fue un "salto en el vacío", que
"era muy feliz" como profesor en el seminario, donde enseñaba inglés,
español, griego, latín, hebreo y el Nuevo Testamento.
"Los estudiantes me querían mucho. La verdad
es que fue un poco una aventura, pero no quería tener que mentir sobre
mi fe. Firmé una solicitud y colgué los hábitos", dijo.
"Ahora sólo quiero vivir y
ser feliz. Sigo creyendo en los ideales morales cristianos, pero no
quiero tener nada que ver con la iglesia. Espero que me dejen enseñar,
que es lo que sé hacer. Me gustaría trabajar de profesor en una escuela,
mi auténtica vocación", confiesa.
Con Putin se regresó a la Edad Media
En cuanto a la situación en la sociedad rusa,
la describe como "catastrófica", cuando tras la caída de la Unión
Soviética hubo un período de "mucha tolerancia". "Con la llegada al poder de Vladímir Putin hemos regresado a la Edad Media.
Uno no puede creer que estemos en un país europeo del siglo XXI. La
retórica oficial es inculta y bárbara, y únicamente busca manipular a
las masas", opina.
Sobre la ley contra la propaganda homosexual
ironizó que "sólo con decir que eres gay ya te pueden acusar de propagar
la homosexualidad. Persuadir a alguien para que se haga gay, es como
convencerle para que tenga los ojos verdes".
El mismo ha sido víctima de la nueva ley, ya
que las autoridades han abierto una causa penal en su contra por
promover la homosexualidad. "Me han amenazado en varias ocasiones, pero
es cosa de las autoridades. No veo odio en los ojos de la gente. No creo
que todos sean homófobos. Espero que esta retórica signifique el pronto
fin de Putin", admite.
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